Como cada cuatro años, nos encontramos de nuevo en medio de este circo esperpéntico que son las campañas electorales y a la postre las elecciones. Este domingo la población está llamada una vez más a acudir a las urnas, depositar su sobrecito en ellas, y creer que está participando en algo grandioso, LA DEMOCRACIA.
Que cada cual piense lo que quiera, pero desde luego, no seamos tan ilusos de pensar que estamos participando en la construcción de nuestra sociedad. Con nuestra apatía e inmovilidad social del día a día y el dejar en manos de cuatro fantoches privilegiados la organización y gestión de nuestras vidas, estamos permitiendo que una pequeña minoría de población elitista se convierta en una aristocracia dominante que decide por la mayoría de población siempre teniendo en cuenta exclusivamente sus intereses individuales y privados (favorecer a amigotes, deudas pendientes con peces gordos, etc.), que además viven lujosamente a costa del resto (yo a eso le llamo PARASITAR) teniendo un sinfín de privilegios (sueldos desorbitados, coches de lujo, viajes en primera clase, pensiones vitalicias, etc etc.) a los cuales ninguna persona normal y corriente puede llegar a obtener aunque trabajase 5 vidas. El escritor y poeta francés Paul Valery (1871-1945) resumió bastante bien lo que acabo de decir en una elocuente frase, utilizada para titular la entrada de hoy:
"La política es el arte de impedir que las gentes participen en los asuntos que les afectan"
A continuación rescato un antiguo artículo que escribí hace un par de años y que fue enviado a diversos periódicos con motivo de las últimas elecciones al parlamento europeo (junio de 2009), pero que desde luego viene que ni pintado en estas fechas de apestosa y cansina campaña electoral y bombardeo masivo de carteles y panfletos llenos de caras sonrientes que prometen el oro y el moro. Reflexionemos un poco y pensemos qué tipo de democracia tenemos y cual es la que queremos:
El pasado 7 de junio, millones de personas de toda la UE elegían a los que van a ser sus representantes para el parlamento europeo durante los próximos cinco años. Un hecho que para muchos crédulos significó otra gran fiesta de la democracia y a su vez una muestra del supuesto peso participativo de los ciudadanos dentro de este dudoso sistema. Pero nada más lejos de la realidad, no nos llevemos a engaño ni nos creamos importantes en este juego democrático hecho a la medida de unos pocos privilegiados.
Lo cierto es que desde días anteriores pudimos asistir a la enésima fiesta de disfraces, ya muy típica, demasiado vista y que desprende cada vez con menor disimulo cierto tufillo a pantomima.
En esta fiesta, nuestros queridos políticos junto con la vasta maquinaria de los medios de comunicación de masas, colocan el antifaz a su democracia y tratan de hacernos creer que nosotros, pintamos algo en este guateque del ninguneo hacia el pueblo.
Y yo, al igual que muchos de vosotros, me pregunto:
¿Qué es la democracia?
La democracia actual, es la fiesta de un reducidísimo y privilegiado grupo de personas, en la cual cada lustro se acuerdan repentinamente y por varios días, de invitar a las masas a acudir a ella, para hacerles sentir que verdaderamente son partícipes de la misma.
Para recibir a los invitados, es muy importante no olvidar colocarse bien las máscaras que ayuden a representar el papel de ciudadano de a pie, de mostrar cercanía y complicidad con la población. También hay anfitriones que gustan de darse aires de filantropía mientras durante el último lustro se han dedicado a promover un blindaje atroz de las fronteras del viejo continente que sentencia a muerte a no pocos desgraciados que tuvieron la mala fortuna de nacer en países devorados por la miseria, miseria que los propios estados europeos provocaron y siguen aumentando con su brutal imperialismo, para satisfacer fines propios.
Los futuros eurodiputados no deben dar muestras en ningún caso, de que en los últimos cinco años se ha estado viviendo en altas esferas, planetas muy lejanos para la mayoría de mortales, en los que existen otros quehaceres que distan mucho de aquellos cuyo objetivo es afrontar los problemas cotidianos y a la vez capitales de la sociedad europea.
Por tanto, para que esta fiesta llegue a buen puerto, se debe simular con gran maestría que conocemos de toda la vida a nuestros invitados ocasionales y que permanentemente nos acordamos de ellos.
A estos ingredientes hay que añadir algo muy importante y que cada vez más, se observa dentro de este ultraje de sistema, esto es las tremendas ligaduras en pies y manos de los organizadores del gran convite cuyo origen no es otro que el interés privado y las ansias de usura de las todopoderosas transnacionales, que oprimen y destruyen toda iniciativa de mejoras sociales, justicia e igualdad, en cuanto se interpone lo más mínimo dentro de sus codiciosos intereses.
De esta forma obtenemos un gran festejo, un espectáculo sin parangón: la democracia del siglo XXI.
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