AITOR
FERNÁNDEZ / DATECUENTA.ORG
04/07/12
http://www.datecuenta.org/fallece-theo-francos
Para mí Théo Francos (1914-2012) ha
muerto tres veces. La primera vez, el día que lo fusilaron y milagrosamente
sobrevivió. La segunda, hace dos días, a sus 98 años en su casa de Baiona. La
tercera ha sido hoy, cuando he podido comprobar que su muerte no aparece en
ningún medio español.
En vista de que ni un jodido medio español se ha
dignado a escribir cuatro líneas por tu muerte, Théo, me pongo a escribirlas
yo, una persona sin apenas formación de redactor periodístico, pero a la que la
rabia en el corazón le sigue moviendo a hacer muchas cosas, esta vez por la
impotencia de comprender que, en realidad, a nadie le importa cuántas
veces arriesgaras tu vida por defender la causa antifascista, y digo causa
porque defendiste la causa, la humanidad, por encima de nacionalidades y
banderas. Yo te conocí y pude abrazarte, aunque quizá al salir de la ciudad no
te acordaras ya nunca más de mí, pues tu memoria estaba completamente
desdibujada, lo que no me impidió ser testigo de tu grandeza.
A lo que voy. Desde que conocí tu historia, Théo
(contada por primero por la ARMH
y leída luego por los textos de Sofía Moro) quise conocerte, pero fue dos años
después cuando tuve la oportunidad. El verano pasado viajé a Baiona, en el
penúltimo viaje del proyecto “Vencidxs”, para descubrir en ti a un hombre mucho
más pequeño de lo que había visto en las fotos y vídeos, mermado por la vejez y
la memoria, pero aún así excepcional y humano. Un idealista de verdad, que vino
a luchar a España para derrocar el fascismo, con muchos más voluntarios que se
llamaron las Brigadas Internacionales. “¿Cuál
es la razón del fascismo, Théo?” “Es la explotación -a pesar de todo tenías momentos de
lucidez), a mi padre en
Valladolid le hacían trabajar toda la noche con un trozo de pan y de cebolla.” Supongo que a eso querrían que
volviéramos, y supongo que por eso tú no sales en los medios hoy.
El miedo nunca se separó de
ti. Pero eso no te impidió hacer grandes cosas. Me dijiste que “a veces te despertabas por la
noche y llorabas como un chaval”, supongo que recordando lo que te
parecería el fin del mundo, o más bien, el fin de la humanidad, cuando te
enterraban hasta la cintura para torturarte, en el campo de concentración de
Miranda de Ebro, dándote latigazos a pleno sol y teniéndote así días enteros. “A veces pienso cómo pude
aguantar tanto. La gente, desde fuera del campo, me tiraba comida o agua, que
mis compañeros me daban cuando podían.” Eso fue la represalia por
haberte fugado del campo. Por las alcantarillas. Porque las Brigadas se habían
ido, pero tú te quedaste para seguir luchando, incluso cuando todo estaba
perdido. “Eran los mismos
presos los que construíamos el campo –me
contaste de forma dispersa- pero
no nuestros barracones, nosotros dormíamos a la intemperie. Construíamos para
los soldados, incluso les hicimos una piscina” Y mientras, seguían
exterminando a tus compañeros.
Cuando te liberaron pensabas
que volvías a casa a descansar. Pero al llegar viste Baiona tomada por los
nazis. “Me escapé en el
puente, vi a mi madre de lejos, pero no me pude despedir de ella.” Porque entonces comenzó una
nueva odisea para ti, aunque en realidad era la misma: seguir combatiendo el
fascismo. Te alistaste como paracaidista en el ejército inglés y en la nueva
guerra te esperaban las experiencias más duras de tu vida. Tuviste que matar a
un compañero gravemente herido, que no tenía el coraje suficiente para tomarse
la pastilla de cianuro que llevábais. En otra misión, al saltar, tu paracaídas
quedó atrapado en el ala del avión: “Lo corté con el cuchillo como
pude, y llegué bien a tierra. Me descontaron el coste del paracaídas del sueldo
del mes.” Pero
creo que lo peor fue cuando te fusilaron. A mí me parecía increíble. Viviste un
fusilamiento, y por ello llevaste alojada una bala a unos centímetros del
corazón toda tu vida. Te pregunté qué pensabas en esos momentos: “No sabes lo que está pasando,
si es verdad o no. A veces te herían para que sufrieras antes de morir.” Pero tú no moriste, y te salvaron al
día siguiente una pareja de campesinos de la resistencia.
Pero también conociste la
bondad humana, como aquellos campesinos, o los ferroviarios que te tiraban
comida, o las muchachas que te escondieron en el granero:“Especialmente
me quedaba impresionado por la solidaridad de las mujeres, salvé mi vida muchas
veces gracias a ellas.” Mujeres
idealistas y valientes. En Stalingrado te adentraste 30km en las líneas
enemigas con una muchacha rusa de 19 años para volar puentes e impedir el
avance nazi. La reencontraste setenta años después, ella tenía noventa y tu
hijo le decía que no te apretara tan fuerte, que te iba a matar del abrazo.
Y así ha sido tu vida, Théo.
Me hablaste lentamente de tu bisnieto, perdido en una amalgama de recuerdos que
te costaba ordenar. “Papi, tienes que llegar a los 100″, te
decía. Quizá disfrutabas de él porque no podías haberlo hecho con tu hija, a la
que conociste con 20 años por todo lo que tuviste que trabajar: “Al principio nadie me daba
trabajo, así que tuve que viajar y trabajar fuera, ocupando más de treinta
puestos de trabajo diferentes.” Me
imagino que moriste en paz, aunque algo paenado porque veías el fascismo “volviendo a levantar cabeza”.
Espero no tener que vivir las terribles experiencias que tú tuviste que vivir.
Conclusión. Y después de todo
¿para qué? -como me dijo también Concha Carretero- Toda esa gente que fue
asesinada, que defendió la libertad de generaciones que ni conocerían después,
que ha pagado con su juventud y con su vida todos y cada uno de los derechos
que ahora tenemos y que estamos dejando perder uno a uno. ¿Para qué? Para que
ningún medio dedique un par de líneas a tu muerte. Ni Rajoy, ni la selección
española de fútbol, ni la prima de riesgo merecen la mitad del espacio que
debieras de ocupar en los medios. Así que, habiéndolo escrito más mal que bien
por lo que te pido perdón, primero por no poder dedicarte todo el tiempo que te
mereces, y segundo, avergonzado, porque no es éste el medio principal donde tu
muerte debiera figurar. Un general español una vez te preguntó: “¿Tú no
tienes madre? Porque no es normal que una persona realice tantas misiones” “Sí, señor, la tengo, lo hago
por convicción” Te
contestó muy seguro de sí mismo: “Pues
quédate conmigo, porque por lo menos salvarás tu vida. Cuando acabe la guerra,
no te van a agradecer nada.” Y
era verdad.
Interesante resumen biográfico:
Más enlaces sobre el fallecimiento de Théo Francos, un eterno luchador:
- http://www.larepublica.es/2012/07/muere-el-heroe-theo-francos-brigadista-internacional-sin-repercusion-en-los-medios/
- http://www.memoriahistorica.org.es/joomla/
- http://www.ileon.com/actualidad/019961/muere-theo-francos-un-verdadero-luchador-contra-el-fascismo
- http://www.rebelion.org/noticia.php?id=152493
- http://www.mediavida.com/foro/6/ha-muerto-theo-francos-dep-452959
- http://tallerhistoriapce.blogspot.com.es/2012/07/en-recuerdo-del-camarada-theo-francos.html
- http://www.insurgente.org/index.php/template/politica/item/843-ha-muerto-th%C3%A9o-francos-de-las-brigadas-internacionales
- http://armhex.blogspot.com.es/
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