La liberación feliz de dos cooperantes españolas, que fueron secuestradas cerca de un campo de refugiados
somalíes en Kenia, ni siquiera ha merecido que se dediquen algunas
líneas para conocer la actualidad de este país del Cuerno de África.
Tampoco nos acerca a estas tierras devastadas que fuerzas navales españolas
intervengan en la operación militar Atalanta para vigilar posibles abordajes en
las costas del Índico. Sin embargo, Somalia se recupera, a la vez que continúan
las hostilidades entre las milicias extremistas Al Shabab y el Gobierno,
apoyado por el despliegue de 17.500 efectivos de la Unión Africana
(AMISOM). En Mogadiscio, expulsada la guerrilla yihadista en agosto de
2011, se edifican casas, escuelas, almacenes, hospitales, tiendas y oficinas
sobre los escombros de una guerra que dura 22 años. Se programan conciertos
en el National Theater, hasta hace poco depósito de armamento. Han regresado cerca
de 200.000 personas que escaparon del país y otras financian con decenas de
millones de dólares la reconstrucción. También vuelven algunas agencias
internacionales y ONG que se habían marchado a causa de la violencia, aunque el
vacío de la ayuda extranjera ha sido ocupado por asociaciones caritativas
islámicas, cada vez más influyentes. Un gobierno elegido en las urnas sustituyó
en septiembre de 2012 a los sucesivos ejecutivos de transición.
El propósito central de la presidencia de Hassan Seij Mohamud
es restablecer una administración eficaz - alejada de la corrupción anterior -
y que funcionen los tribunales de justicia, como símbolo principal de la
restauración nacional.
Un futuro prometedor, pero totalmente inestable y lleno de
obstáculos, que choca con la reanudación de los disparos y las bombas. De nuevo, un panorama desolador. Desde
marzo se han producido un par de decenas de atentados sangrientos, con un
centenar de muertos. Nada más llegar a la capital de Somalia Nicholas Kay,
representante especial de las Naciones Unidas, un grupo de shabab atacó el
complejo de la ONU a finales de junio. Un balance dramático: 18 cadáveres. Dos
advertencias del líder yihadista Ali Mohamed Rage “Gran Ali”: “seguimos aquí” y
“ningún lugar es seguro”.
Al principio, las milicias Al Shabab (Juventud) lograron un amplio apoyo de la población somalí porque aparecieron como liberadores nacionalistas contra la invasión extranjera etíope en enero de 2007, apoyada por EE.UU. Poco después, comenzó su desgaste. El acceso al Gobierno de transición de algunos jefes islamistas, que rompieron con ellos; la disputa con las cofradías sufíes, defensoras de las antiguas tradiciones islámicas, excluidas por el radicalismo; y el hartazgo de la población ante un modelo cerrado e intolerante en la vida cotidiana y las costumbres locales son algunas de las causas. Además, la intervención de las fuerzas africanas de la AMISOM (Kenia, Uganda, Burundi, Yibuti) - más cercanas y mejor vistas que las occidentales - ha sido decisiva en la expulsión de los rebeldes de Mogadiscio y su mercado de Bakara; luego de Kismayo, el refugio del sur. En estos lugares, el monopolio del comercio y del tráfico de carbón hacia los países del Golfo Arábigo proporcionaba a los rebeldes grandes beneficios económicos, a pesar de la lucha con los clanes regionales rivales. Las finanzas y la fuerza militar de los grupos extremistas - especialmente para librar batallas convencionales - están más debilitadas, pero con los atentados de esta primavera y verano los shabab demuestran que aún no han perdido la guerra, sino que se han retirado tácticamente a las montañas de Sanaag, en el nordeste, y las junglas de Ras Kamboni, frontera con Kenia. Otros activistas se confunden entre la población de la ciudades y son los responsables de los atentados. Asimismo,mantienen todavía sus cuadros políticos, ideológicos y de espionaje. Mientras en Somalia persista el vacío de poder y los nuevos dirigentes políticos erosionen su legitimidad en pendencias internas, el objetivo de la guerrilla es preciso: revelar la incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad en Mogadiscio de forma duradera y obligar a que la ONU no despliegue todo su aparato técnico, de manera que resulte imposible consolidar un sistema de gobierno estable.
Al principio, las milicias Al Shabab (Juventud) lograron un amplio apoyo de la población somalí porque aparecieron como liberadores nacionalistas contra la invasión extranjera etíope en enero de 2007, apoyada por EE.UU. Poco después, comenzó su desgaste. El acceso al Gobierno de transición de algunos jefes islamistas, que rompieron con ellos; la disputa con las cofradías sufíes, defensoras de las antiguas tradiciones islámicas, excluidas por el radicalismo; y el hartazgo de la población ante un modelo cerrado e intolerante en la vida cotidiana y las costumbres locales son algunas de las causas. Además, la intervención de las fuerzas africanas de la AMISOM (Kenia, Uganda, Burundi, Yibuti) - más cercanas y mejor vistas que las occidentales - ha sido decisiva en la expulsión de los rebeldes de Mogadiscio y su mercado de Bakara; luego de Kismayo, el refugio del sur. En estos lugares, el monopolio del comercio y del tráfico de carbón hacia los países del Golfo Arábigo proporcionaba a los rebeldes grandes beneficios económicos, a pesar de la lucha con los clanes regionales rivales. Las finanzas y la fuerza militar de los grupos extremistas - especialmente para librar batallas convencionales - están más debilitadas, pero con los atentados de esta primavera y verano los shabab demuestran que aún no han perdido la guerra, sino que se han retirado tácticamente a las montañas de Sanaag, en el nordeste, y las junglas de Ras Kamboni, frontera con Kenia. Otros activistas se confunden entre la población de la ciudades y son los responsables de los atentados. Asimismo,mantienen todavía sus cuadros políticos, ideológicos y de espionaje. Mientras en Somalia persista el vacío de poder y los nuevos dirigentes políticos erosionen su legitimidad en pendencias internas, el objetivo de la guerrilla es preciso: revelar la incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad en Mogadiscio de forma duradera y obligar a que la ONU no despliegue todo su aparato técnico, de manera que resulte imposible consolidar un sistema de gobierno estable.
La amenaza está clara y solo un Estado multipartidista;
representativo de una sociedad múltiple y clánica; transparente e incorruptible
en su gestión e independiente en sus decisiones políticas y sobre todo
económicas podrá ofrecer alternativas que solucionen el caos actual.
Más allá de las buenas intenciones, es difícil creer
que la Conferencia Internacional de 59 países e instituciones, celebrada el
mes de mayo en Londres, ofrezca resultados excesivamente positivos,
a pesar de los 300 millones de dólares que se han puesto sobre la mesa para
fortalecer Somalia. Muchas veces se exigen contrapartidas que seguramente
obstaculizarán la soberanía del gobierno de Mogadiscio. Solo un botón de
muestra que sumar a los intereses relacionados con el control de los recursos
pesqueros y los secuestros: Gran
Bretaña encabeza la competencia por la explotación de las posibles reservas
petrolíferas en tierra y en las aguas territoriales somalíes. En torno a
100.000 millones de barriles, una cifra similar a Kuwait. Un negocio redondo.
http://us7.campaign-archive2.com/?u=146f5aefba411a0e589fe5bef&id=8793aa2189&e=338f57a7e7
La frontera de Somalia
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