Javier Gallego - Carne cruda (19/04/12)
El rey ha pedido perdón. Salió cojeando de la habitación del hospital privado donde le han tratado, habló de su cadera y de los médicos y en un giro tan leve como estudiado, miró a cámara, bajó los ojillos contrito, puso una carita que daba más pena que el gato de Shrek y con voz de monaguillo que no ha roto un plato, soltó una disculpa digna de su nieto Froilán: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Es un perdón estilo SMS, o sea, su majestad siente, lo siente.
Y aquí paz y después gloria. Todos contentos. Todos los partidos políticos dándole palmaditas en la espalda y dando palmaditas satisfechas e incluso alborozadas. ¡Bravos, oles y viva la monarquía! Aquí no ha pasado nada. Sólo la izquierda republicana se ha desmarcado, claro. Pero la otra izquierda, vamos, la que se dice socialista, que no había querido valorar los hechos ni criticar al rey, ahora aceptan las disculpas. Pero si no había nada que disculpar por qué las aceptan. Hay quién incluso alaba su grandeza. Tampoco nos pasemos. Los únicos grandes en esta historia son los elefantes.
La disculpa del rey de grande tiene poco. No te llena ni un twitter entero. Matas unos elefantes de varias toneladas, te pillan porque te rompes la cadera, se publica que te ha pagado la cacería un magnate y despachas el asunto con once palabras. Es como dejar una relación seria mandando un wassup. Es insuficiente. Faltan las explicaciones sobre las cacerías a las que asiste, quién las paga, sobre los animales muertos. Pero en este país su alteza está tan alta, tan por encima del bien y del mal, que un mínimo gesto parece fabuloso, estratosférico, admirable. ¡Es la primera vez que pide perdón el rey!, exclaman admirados. ¡Oh, pobres mortales, el rey se ha rebajado a nuestra altura! Es donde debería estar pues como él mismo dijo “todos somos iguales ante la ley”, aunque algunos tribunales demuestren lo contrario.
Que sea insólita su disculpa tampoco quiere decir que sea buena como disculpa. También es insólito que el rey se vaya de caza a Botsuana en plena crisis y a nadie le parece bien. Que sea la primera vez que pide perdón en casi cuarenta años de reinado no es bueno en sí, sólo es síntoma de que en este país no pide perdón ni dios. Sólo lo ha hecho el rey, sólo una vez y sólo en once palabras.
Los que tanto le alaban, podrían seguir su magno ejemplo y pedir perdón por mentir repetidamente, por cobrarle a los jubilados las medicinas, por decapitar la educación pública, por no ejercer la oposición, por haber dejado el país arrasado y dejar que otras manos lo terminen de rematar por tantas cosas.
Pero para eso se necesitan muchas más palabras. Tantas como las que hacen falta para explicar qué sentido tiene un cargo vitalicio, hereditario y procedente del franquismo en nuestra democracia.
Pero para eso se necesitan muchas más palabras. Tantas como las que hacen falta para explicar qué sentido tiene un cargo vitalicio, hereditario y procedente del franquismo en nuestra democracia.
Encabezado del programa de Radio 3 Carne cruda del pasado jueves 19 de abril.
http://www.rtve.es/alacarta/audios/carne-cruda/carne-cruda-albert-pla-crudo-directo-19-04-12/1380724/
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