El 14 de abril las republicanas y
republicanos recordamos y celebramos como todos los años, el día de la
proclamación de la II República. Hoy, la corona española está más en entredicho que nunca
gracias a los continuos escándalos, delitos y corruptelas de la Casa Real y su
entorno. Cada vez son más las personas que se suman al movimiento republicano,
las que exigen el fin de la presencia de los borbones y la creación de una
república.
La Declaración de los Derechos
del Hombre surgida en la Revolución francesa e influenciada por los grandes
pensadores de la ilustración, decía en su artículo primero “Los hombres nacen y
permanecen libres e iguales en derechos”, las monarquías se encargan de
eliminar este principio básico de igualdad entre las personas. Por ello el concepto de monarquía es injusto
y antidemocrático en sí mismo, y deberían ser abolidas todas ellas ya que no
tienen razón de ser en estados considerados democráticos.
Debemos poner fin a la monarquía
española, no porque sea corrupta, no porque el rey y sus allegados hayan
cometido robos, estafas, amasado fortunas millonarias aprovechando su posición,
ni porque tengan un comportamiento deleznable, sino por el hecho de que su existencia,
rompe los principios básicos de igualdad, justicia y democracia, y no tiene
cabida en un sistema democrático. Aunque el señor Don Juan Carlos fuese la
persona más honesta, honrada, bondadosa y ejemplar del mundo entero, los
republicanos y republicanas seguiríamos reclamando incansablemente su marcha.
Porque no hay democracia cuando
el jefe de un estado no ha sido elegido por el pueblo. No es legítimo ni justo
que el derecho de la ocupación de ese cargo resida en la herencia por
nacimiento. Además la idiosincrasia de la casa real española es mucho más
sangrante que cualquier otra como bien sabemos. A nuestro jefe de estado no
solo no le ha elegido la ciudadanía sino que fue designado por un militar
golpista que se encargó de derribar con la fuerza de las armas y la barbarie a un
estado republicano democrático, que había sido legitimado por la población a través
de las urnas. La presencia del monarca aseguró la continuación del régimen, y
el control de todos los poderes por los mismos grupúsculos que lo habían
ostentado durante la dictadura (recordamos el “Dejo todo atado y bien atado”),
por eso nunca ha habido una transición hacia un modelo plenamente democrático
en España. La corona de Juan Carlos de Borbón siempre ha estado sucia, manchada
con la sangre de las miles y miles de personas que perdieron su vida
defendiendo la república y sus valores democráticos.
Hay que abrir un proceso
constituyente para crear una nueva constitución elaborada por los cargos
electos, a ojos del pueblo, de manera transparente y bajo su supervisión y no
como la de 1978, que se elaboró exclusivamente entre los líderes de los partidos,
en despachos a puerta cerrada, a espaldas de la ciudadanía y bajo las atentas y
amenazadoras miradas del ejército.
Quienes creemos firmemente en un
estado republicano, pensamos que una república debe construirse con valores
sólidos de democracia y justicia social y no meramente en el sentimiento
antimonárquico. La III República estará al servicio de la mayoría de la
población, y la llenaremos de contenido entre todas y todos, de valores éticos,
de justicia, igualdad y libertad.
Esperemos que más pronto que tarde.
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