El poder de
un Estado se mide a la vez por su capacidad para defenderse y por su
posibilidad de atacar en uno o varios frentes. Bajo esa óptica, Washington
está tratando –por primera vez– de demostrar que es capaz de derrocar
tres gobiernos simultáneamente: en Siria, en Ucrania y
en Venezuela. Creyendo que, si lo logra, ningún gobierno tendrá ya
posibilidades de hacerle frente.
Thierry Meyssan - Red Voltaire (http://www.voltairenet.org/auteur29.html?lang=es) 24/02/14
Washington, después de fracasar en 2011 en su intento de bombardear
simultáneamente Libia y Siria, está tratando de hacer una nueva demostración de
fuerza: organizar cambios de régimen en tres Estados al mismo tiempo y en
diferentes regiones del mundo –en Siria (CentCom), Ucrania (EuCom)
y Venezuela (SouthCom).
Para lograrlo, el presidente Obama ha movilizado prácticamente todo el equipo
de su Consejo de Seguridad Nacional.
Primeramente, la consejera de seguridad nacional Susan Rice y la embajadora
ante la ONU Samantha Power. Las dos son maestras en el uso de la jerga «democrática».
Y durante años se han especializado en aconsejar la injerencia en los
asuntos internos de otros Estados con el pretexto de prevenir genocidios.
Sin embargo, y a pesar de sus generosos discursos, a ninguna de las dos
les importan las vidas no estadounidenses, como lo demostró la señora
Power en el momento de la crisis de las armas químicas en la Ghoutta de
Damasco. La señora embajadora de Estados Unidos, quien sabía perfectamente
que las autoridades sirias no habían cometido aquel acto, simplemente se
fue a Europa para asistir con su esposo a un festival de cine dedicado a
Charles Chaplin mientras que su gobierno denunciaba un crimen contra la
humanidad atribuyéndolo al presidente Assad.
Están también los tres responsables por regiones: Philip Gordon (Medio
Oriente y Norte de África), Karen Donfried (Europa y Eurasia) y Ricardo
Zúñiga (Latinoamérica).
- Phil Gordon (amigo personal y traductor del ex presidente francés Nicolas Sarkozy) organizó el sabotaje de la conferencia de paz Ginebra 2 hasta que la cuestión palestina se resuelva en función de lo que quiere Estados Unidos. Durante la segunda sesión de Ginebra 2, mientras que el secretario de Estado John Kerry hablaba de paz, Phil Gordon reunía en Washington a los jefes de los servicios secretos de Jordania, Qatar, Arabia Saudita y Turquía para preparar un enésimo ataque contra Siria. Estos conspiradores han reunido en Jordania un ejército de 13 000 hombres, de los que sólo 1 000 han recibido un breve entrenamiento militar para pilotear blindados y tomar Damasco. El problema es que esa columna corre el riesgo de ser destruida por el Ejército Árabe Sirio antes de alcanzar la capital siria. Pero sus padrinos no logran ponerse de acuerdo sobre la manera de defender esa fuerza sin equiparla con armamento antiaéreo, que pudiera ser utilizado después contra la aviación de Israel.
- Karen Donfried es la ex oficial nacional de inteligencia a cargo de Europa. Dirigió durante mucho tiempo elGerman Marshall Fund en Berlín. Actualmente se dedica a manipular a la Unión Europea para enmascarar el intervencionismo de Washington en Ucrania. A pesar de la reciente revelación del contenido de una conversación telefónica de la embajadora estadounidense Victoria Nuland, la señora Donfried logró hacerles creer a los europeos que el objetivo de la oposición de Kiev era unirse a la Unión Europea y que estaban luchando por la democracia, cuando en realidad más de la mitad de los amotinados de la plaza Maidan son miembros de partidos nazis y agitan retratos de Stepan Bandera, quien colaboró con la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
- Para terminar, Ricardo Zúñiga es nieto del Ricardo Zúñiga que presidió el Partido Nacional de Honduras y que organizó los golpes de Estado militares de 1963 y 1972 a favor del general López Arellano. El nuevo Zúñiga dirigió la estación de la CIA en La Habana, donde reclutó agentes y los financió para fabricar una oposición contra Fidel Castro. Y ahora moviliza a la extrema derecha trotskista en Venezuela para derrocar al presidente Nicolás Maduro acusándolo de stalinismo.
La parte mediática de estas operaciones está en manos
de Dan Rhodes, el especialista en propaganda que se encargó en el pasado
de escribir la versión oficial de lo sucedido el 11 de septiembre de 2001
redactando el informe de la comisión presidencial. En ese informe, Rhodes
eliminó toda huella del golpe de Estado militar que se produjo aquel día (al
presidente George W. Bush se le retiró el poder sobre las 10 de la mañana y no
se le devolvió hasta la noche, todo su gabinete y los miembros del Congreso
fueron confinados en búnkeres, supuestamente para «garantizar su seguridad»)
para que sólo quedara el recuerdo de los atentados.
En las operaciones organizadas contra Siria, Ucrania y Venezuela, la
narrativa estadounidense reposa exactamente sobre los mismos principios: acusar
a los gobiernos de matar a sus propios ciudadanos, calificar a los opositores
de «democráticos», adoptar sanciones contra los «asesinos» y,
en definitiva, concretar un golpe de Estado.
El movimiento comienza siempre con una manifestación en la que mueren
opositores pacíficos y ambos bandos se acusan mutuamente de los hechos de
violencia. En realidad, fuerzas especiales o elementos a las órdenes de
Estados Unidos o de la OTAN, convenientemente ubicados, disparan a la vez
contra la multitud y contra la policía. Así sucedió en Deraa (Siria) en 2011,
al igual que en Kiev (Ucrania) y en Caracas (Venezuela) en los últimos
días. En el caso de Venezuela, las autopsias practicadas demuestran que
2 víctimas –un manifestante de la oposición y otro favorable al gobierno–
fueron baleadas con la misma arma.
Calificar a los opositores de «democráticos» es un simple juego de
retórica. En Siria, se trata de takfiristas financiados por la peor
dictadura del planeta: la de Arabia Saudita. En Ucrania, son unos cuantos
proeuropeos sinceros rodeados de un montón de nazis. En Venezuela, son
jóvenes trotskistas de familias acomodadas respaldados por milicias a sueldo
de dueños de empresas. Y en todos los casos aparece el seudo opositor
estadounidense John McCain para proclamar su solidaridad con los
opositores locales, sean verdaderos o falsos.
Del apoyo a los opositores se encarga la National Endowment for
Democracy (NED). La NED es una agencia gubernamental
estadounidense que se presenta como una ONG financiada por el Congreso de
Estados Unidos. La realidad es que la NED fue creada por el
presidente Ronald Reagan, en asociación con Canadá, Gran Bretaña y
Australia. La dirigen el neoconservador Carl Gershman y Barbara Haig,
la hija del general Alexander Haig (ex comandante supremo de la OTAN
y posteriormente secretario de Estado bajo la administración Reagan).
Es precisamente la NED –en realidad el Departamento de Estado–
quien moviliza al senador «de oposición» John McCain.
En este dispositivo no podía faltar la Albert Einstein
Institution, «ONG» financiada por la OTAN. Creada por
Gene Sharp en 1983, la NED formó agitadores profesionales a través
del CANVAS [1] –en Serbia –
y de laAcademy of Change –en Qatar.
En todos los casos, Susan Rice y Samantha Power adoptan invariablemente la
misma pose de justa indignación antes de dictar la adopción de sanciones –a las
que rápidamente se suma la Unión Europea– cuando en realidad son ellas
mismas quienes se dedican a orquestar previamente los actos de violencia.
Queda entonces por llegar a concretar los golpes de Estados, lo que
no siempre funciona.
Así trata Washington de demostrarle al mundo que sigue siendo el amo.
Para garantizar los resultados, emprendió las operaciones en Ucrania
y en Venezuela mientras se desarrollaban los Juegos de Sochi. Así
garantizaba que Rusia no tomara medidas de respuesta, con tal de evitar
que algún atentado de los terroristas islamistas le echara a perder la
fiesta olímpica.
Pero los Juegos de Sochi terminaron este fin de semana. Y ahora le
toca jugar a Moscú.
Thierry Meyssan
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